CcUp-O86pPJjJQKuBvtBILwSakw Campeonato del Mundo de Motociclismo: Pasaje 12 +1: Jarama 1971, Ángel Nieto

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Pasaje 12 +1: Jarama 1971, Ángel Nieto

En el carenado mágico de nuestra memoria el deporte de motor encuentra en los derivados de la bicicleta, que dieron vida a DERBI en la década de los años cincuenta, a su más insigne jinete de dos ruedas

En el ronco rugido de la leyenda despega a golpe de gas con los cilindros de su grandeza, siempre con la mirada clavada en el horizonte y su menuda figura fusionada a una máquina en simbiosis perfecta. En aquel momento en el que el vals del viento armoniza hombre y máquina sobre el asfalto, la figura de un genio se eleva poderosa entre las páginas históricas del mundo de las dos ruedas.

Pasaje 12 +1: Jarama 1971, Ángel Nieto

Aquel en el que se respira espuma y fuego, cuya ligereza es rayo y cuyos relinchos son trueno. Ese caballo de fuego en el que Don Ángel Nieto Roldán, cual insigne caballero da vislumbres al viento y porta el toisón de oro del motor como uno de los grandes reyes de la historia del motociclismo y próceres del mágico mundo de la motocicleta. La historia de un joven que vio la luz en Zamora un 25 de enero de 1947, pero que dio comienzo en una humilde casa del madrileño barrio de Vallecas, sin baño ni agua, condiciones duras a las que se agarró el pequeño Ángel para aprender lecciones de vida que moldearon su personalidad, ese axioma que te enseña que para conseguir algo hay que luchar y trabajar. Aquel niño que se enojó cuando su padre le regaló una bicicleta porque era de chica, e inmediatamente le soldó una barra para que fuera de chico y como dijo Teresa, su madre, comenzó a rodar vertiginosamente hacia sus sueños, pues siempre fue un apasionado de todo lo que llevaba ruedas, inevitablemente con riesgo y velocidad de por medio.

Siempre fue un apasionado de todo lo que llevaba ruedas, inevitablemente con riesgo y velocidad de por medio

Siempre con la mentalidad de ser algo, ser alguien, pasando por varios trabajos antes de dar continuidad a su gran sueño en el taller de motos de Tomás ‘el rock & roll’ (Taller “La Paloma”). Taller en el que encontró su ubicación definitiva en el mundo, en el tiempo y el espacio. Y es que cuentan que limpiando motores sintió el rugido del viento, mientras Tomás le llevaba al Retiro para mostrarle el camino hacia las carreras.

Desde aquel día ni pensó, ni habló de otra cosa, y aunque Ángel no guarda consciencia de cómo aprendió a montar en motocicleta, recuerda que se subió y comenzó a rodar, a volar sobre dos ruedas sorteando todo tipo de obstáculos hasta conseguir hacer realidad su gran sueño. Y así convenció a sus padres, con 14 años se marchó a Barcelona para presentarse en la fábrica Bultaco. Abordó a Don Paco Bultó para pedirle trabajo y sorprendió tanto al empresario que le dio trabajo, pero en motocross, modalidad que no gustaba para nada a Ángel, que lo dejó para irse con Medrano y hacer una turné por España.

Cuando llegaba el amanecer Ángel se aferraba 
a las milésimas de sol que iluminaban su camino

Luego regresó a Barcelona, con una mano delante y otra detrás, viviendo en pensiones, en rincones duros de la ciudad, durmió durante un tiempo en el sótano de una frutería, donde tenía un colchón encima de unas cajas. Fue una dura etapa para un niño que derramó infinidad de lágrimas al cobijo del frío y la noche, en el arcén de aquella escasez. Pensó en regresar a Vallecas, pero cuando llegaba el amanecer Ángel se aferraba a las milésimas de sol que iluminaban su camino. Y aquel chaval que no quería ser mecánico, sino corredor de motos, comenzó a brillar y logró captar la atención de Andreu Rabasa, empresario de DERBI que le vio correr en una carrera secundaria. Rabasa lo entrevistó y le preguntó: ¿Ángel cuáles son tus aspiraciones? ¡Quiero ser campeón del mundo! Exclamó.

A lo que Rabasa contestó: “Eso lo estudiaremos pero de momento coge una escoba y comienza a barrer el departamento de competición, así te vas enterando cómo funciona todo esto”.

Sin saberlo ambos habían dado comienzo a uno de los binomios más productivos de la historia del motociclismo: el que formaron Derbi y Ángel Nieto. Rabasa creyó en él, cuando llegaba a la fábrica le ataban durante una hora a la Derbi para que se fuera acoplando y Nieto obró el milagro de la fusión del hombre con la máquina. Decía que aquellas máquinas eran como su madre, las quería, las mimaba, las sentía cuando lloraban, cuando se sentían fatigadas…

Aquellas máquinas eran como su madre, las quería, las mimaba, 
las sentía cuando lloraban, cuando se sentían fatigadas

En 1969 llegó su momento, ya estaba preparado para competir al máximo nivel y la fábrica le proporcionó todo lo necesario para completar un mundial de 50cc. que conquistó y en el que demostró ser uno de los elegidos del mundo del motor. En la pollería, la huevería de su madre, una foto suya en una DERBI coronaba a la nueva leyenda de Vallecas, que comenzó a ser conocido gracias a José María García, que le sacó en el Diario Pueblo con este genial titular: “De vendedor de huevos a millonario”

Eran otros tiempos, las motos en España no gozaban de la más mínima cobertura mediática, el Madrid de Di Stéfano y los toros copaban todas las portadas. Las motos eran absolutamente secundarias, por lo que su lucha e irrupción en el mundo tuvo vital importancia en el auge de un deporte que hoy en día en España arrastra y apasiona masas. Ángel junto a DERBI trabajó a fondo, y en una de aquellas audiencias de los miércoles en El Pardo con Franco, consiguió del ministro (Torcuato Fernández) además de medallas, una subvención para el motociclismo. Es más fue uno de los grandes culpables de que se televisaran las carreras, pues lo que estaba haciendo Don Ángel era demasiado grande como para que la gente no lo pudiera ver y lo valorara.

Su figura pasó de ser de campeón a la de mito e icono 
de una afición por las motos que comenzaba a crecer en España

Su carrera entró en otra dimensión el 26 de septiembre de 1971, en la carrera disputada en el Jarama, donde su figura pasó de ser de campeón a la de mito e icono de una afición por las motos que comenzaba a crecer en España. Ya era dos veces campeón de 50cc y aquella jornada en el túnel de viento y leyenda en el que se convirtió el mítico Jarama, fue testigo de la lucha de un mito por conseguir el sueño del doblete en dos cilindradas (125 y 50). Necesitaba hacer primero en 50 y arrancó su moto a la carrera. Como siempre salió mal, pero comenzó a correr inteligentemente como solía hacer, haciéndose ver y presionando a Jan de Vries, conociendo perfectamente los treinta centímetros de asfalto en los que meter la rueda y sobrepasar al holandés. Lo intentó en el momento idóneo pero hizo un derecho y perdió el mundial. Nieto se rajó la pierna y cuando la gente se marchaba pensando que no correría la siguiente carrera de 125 por el mundial, se subió a la torre y les hizo volver. Un segundo título no se le iba a escapar, se olvidó de todo, vigiló a Barry en todo momento y ganó el gran premio y el mundial entre la apoteosis de una afición que había descubierto a su nuevo mito.

A partir de ahí Ángel comenzó a disfrutar y el deporte de las motos comenzó a ser considerado como merecía. Su reinado exhibía la grandeza de aquel que ganaba las carreras en la pista y mucho antes de comenzar, pues era muy inteligente sobre la moto y sabía minar la moral de sus rivales desde la parrilla de salida, engañándolos con sus movimientos sobre la moto, simulando una cortada y abriendo gas. Un genio… todo ello en un mundo repleto de paredes, muros y rincones en los que tanto él como sus compañeros se jugaron la vida y en el que muchos amigos la perdieron. Con velocidades puntas de 230 km por hora y evidentes riesgos que prevalecen aún a día de hoy, pero con muchos menos medios de seguridad y protección. Numerosas carreras en circuitos urbanos, como la de un fatídico día 13 (que no quería correr) en Benidorm, en la que tuvo uno de los accidentes más duros de su carrera, al quedarse sin frenos y herir de consideración a varios espectadores. Un duro deporte del motor en el que uno de sus grandes iconos luchó denodadamente para que todo fuera mejor.

Ese era Ángel, aquel que en 1972 consiguió el doblete en Montjuic haciendo un tercero en 125 y un primero en 50 cc, venciendo a Jan de Vries y sacándose la espina del año anterior. Cinco mundiales de pilotos y marcas de un binomio con DERBI espectacular al que se puso fin en aquel año. A partir de ahí lo que hizo fue coleccionar títulos y correr con marcas distintas: Veinticuatro campeonatos de España, noventa grandes premios, 6 veces campeón en 50 cc., 7 veces campeón en 125 cc. Cinco campeonatos del mundo con DERBI entre 1969 y 1972, un campeonato mundial con Kriedler en 1975, 2 campeonatos mundiales con Bultaco en 1976 y 77, 2 campeonatos con Minarelli en 1979 y 1981, y tres campeonatos mundiales con Garelli en 1982 y 1984.

Un genio como él solo nace cada veinte años, su leyenda 
voló en el mítico ASSEN

Uno de los Dioses del Olimpo del motociclismo, al que se quiso minimizar absurdamente diciendo malintencionadamente que había vencido sobre una bicicleta, pero que hubiera sido campeón subido en cualquier cilindrada. Un genio como él solo nace cada veinte años, su leyenda voló en el mítico ASSEN, en la Catedral de la moto, donde sus resabiadas gradas de madera fueron testigo de las quince ocasiones en las que su asfalto se rindió a una veloz y eterna ráfaga vallecana. Así como Le Mans, donde Ángel consiguió su Gran premio número noventa. Una carrera a la que puso el mejor colofón en 1984, en el Gran premio de Gran Bretaña, en Silverstone, cuando consagró para los anales del motociclismo su victoria en 125 y su legendario 12 +1. Una semana antes de disputar en Mugello el título de marcas, una carrera que condicionó su futuro y le hizo considerar su retirada. Pues Vitali peleó duro con Nieto y a falta de siete vueltas tuvo una dura caída que precipitó su marcha. Y es que aunque luego consiguió una victoria más en Le Mans en la cilindrada de 80, para Ángel ya había llegado el momento de detener los vivos cilindros de su humana composición mecánica.

Cuenta Ángel, que un día en la parrilla de salida del Gran Premio de Austria, en Salzburgo, cuando se marcharon los mecánicos y estaba preparado para arrancar a empujón su moto legendaria, miró hacia abajo, sintió el silencio, levantó la vista hacía la trepidante y larga recta y pensó: ¿Qué hago aquí?

Sintió entonces que todo acababa, finalizó la carrera y anunció que se bajaba para siempre de la moto para subirse definitivamente a la leyenda. El niño de Vallecas dejaba de ser moto y cerraba el grimorio de su carrera colgando en la pared inmortal del riesgo y la velocidad un casco con 25 años de incomparable grandeza y 12 + 1 títulos de fusión con una celestial máquina.


Fuente: vavel.com

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